.
Una tarde se reunió en un café de París un selecto grupo de críticos de arte para hablar de pintura y pintores, y para decidir a quién iban a consagrar, a quien condenar al olvido eterno, y así, impedir que los que no contaran con su aprobación, se destacaran.
Una tarde se reunió en un café de París un selecto grupo de críticos de arte para hablar de pintura y pintores, y para decidir a quién iban a consagrar, a quien condenar al olvido eterno, y así, impedir que los que no contaran con su aprobación, se destacaran.
Uno de ellos, el más joven, trajo a cuento el caso de un pintor que había dado algo que hablar por su vida desordenada y su estilo extravagante:
-Es un mediocre - dijo torciendo la boca y agregó - Sólo un mediocre puede pintar más de diez cuadros en una semana.
- Sí - dijo otro - la paciencia es hermana del genio.
Y un tercero acotó:
- Es una buena frase, puedes usarla en tu próximo artículo; yo vi a ese que dice llamarse pintor una vez, tenía ojos de miedo, y la cara toda salpicada de pintura roja, como si se hubiera brotado…
Todos soltaron la risa, y el más joven retomó la palabra:
- Debemos impedir que ese fantoche del arte asome su despeinada cabeza por la medianera de la fama.
Otro de los críticos despectivamente agregó:
-No es necesario atacarlo, es inofensivo, bastará con que lo ignoremos, nadie hablará de él.
Y dieron por terminado el asunto para pasar a temas de verdadero interés.
El pintor del que habían hablado aquella tarde se llamaba Vincent Van Gogh, un artista que llegó a pintar más de 800 cuadros, y sólo pudo vender en sus 37 años de vida, una obra por unas cuantas monedas de poco valor.
REFLEXIÓN :
Ni la indiferencia del mundo, ni la pobreza, ni la enfermedad, ni la crítica pueden hacerle perder la fe a un hombre que con coraje ha decidido soñar y correr el riesgo de vivir sus sueños. Aprendamos el ejemplo de esta historia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario