jueves, 30 de septiembre de 2010

Lávame cada día

 

 Lávame cada día

¿Pero de dónde salen tantas montañas de ropa en este cuarto de lavar? Me pregunté molesta cuando entré de prisa esta mañana, para buscar algo que no encontré en mi closet.

¡Nunca acabo con la ropa! Cuando pienso que ya lavé todo, siempre encuentro algo más que está sucio. Y así se vuelve a acumular otra montaña. Y todo comienza de nuevo. Y si se me ocurre tomar un merecido descanso y no lavar la ropa por unos días, me doy cuenta que no hay nada peor que un montón de ropa con mal olor apilada en un rincón. 

Al terminar las ‘vacaciones’ me arrepiento de haber tomado esa decisión, porque entonces me enfrento con la terrible realidad de pasar más trabajo para poner todo en orden otra vez. 

Me pregunto qué pasaría si Dios se ‘cansara’ de realizar esta labor con mi corazón. O lo que es peor, si yo me descuidara en venir a Él para que me limpie constantemente. 

Han habido días cuando me he sentido tan limpia en su presencia, y me he creído que no tengo la necesidad de acudir a mi rutinaria cita con el para que me lave. Pero reconozco que siempre hay algo nuevo que puede ensuciarme, y por eso necesito estar constantemente en el proceso de lavamiento para que no se acumulen en mi alma montañas de odio, rencor, malos pensamientos, o cualquier otra cosa que despida un olor desagradable. Es un proceso que tal vez requiera energía y esfuerzo de mi parte. 

A veces siento que no tengo fuerzas para arrodillarme en su presencia, y pedir con el corazón que me limpie y me renueve. Pero vale la pena cualquier sacrificio con tal de estar limpios diariamente. 

Dios te invita con amor a que acudas a Su ‘cuarto de lavar’ lo más frecuentemente que te sea posible y verás resultados asombrosos.


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